jueves, 23 de julio de 2009

Palabras

Tomemos agua. ¿Agua agua?. Sí, agua. No tengo agua mineral. De la canilla. Dijiste agua. Agua, agua de la canilla. No es lo mismo.

Las desaveniencias eran habituales. Por lo que Victoria ocupó parte del día en dilucidar la razón de estas pequeñas diferencias cotidianas que intuía no llevarían a buena resolución. La palabra resolución, la detuvo aún más en su pensamiento; si se llegaba a una resolución, si en algún momento se topaba con un lugar en el que fuera necesario esto, sería talvez a partir de las dudas, y si hubiera tales dudas, si ninguna firmeza contuviera la situación, todo podía desmoronarse. Ya había pasado por un desmoronamiento alguna vez, y la sensación no era para nada agradable. Las reconstrucciones siempre le habían costado más que las construcciones, acaso por esa costumbre de intentar reconstruir siguiendo la antigua estructura, por creer que si no fuera así, no sería una reconstrucción, sino una nueva construcción.

Puedo salir a comprar, aún está abierto el almacén. No es necesario, tomo de la canilla. Y qué comemos. Lo que haya. No hay nada. Nada no puede ser. Nada de comer. Si, de comer, nada no puede ser. Comida digo.

Decir se había transformado en una acción contundente para con el otro. El otro era un receptor poco equilibrado, y la presencia intempestiva de la voz, quebrando, podía voltearlo. No era cuestión de palabras nuevas, ya no, eso había quedado en desuso varios años atrás. Victoria empezaba a sentir nostalgia de algunas de ellas, pero era imposible recuperarlas. Imposible era una palabra conocida, y tenía como casi todo lo conocido, una especie de atracción hacia su cuerpo. Asirse de ella, deshacía un poco el sentimiento. De todas formas, una palabra no podía llenar el espacio de muchas, por lo menos, no a hasta ese momento. Luego las cosas podían cambiar.

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