viernes, 8 de octubre de 2010

Wella & Pon (1º muerte)

Sucede en una Radio de Iguazú, a finales de los ochenta. Hay una piba que no llega a los dieciocho y trabaja como locutora, porque de la gente del pueblo, en ese momento, es una de las que mejor lo hace. Hasta el día en que llega esa mina rubia de pelo corto, una locutora de Buenos Aires recién recibida, que se muere de rabia de que la pendeja esté haciendo el mismo trabajo que ella sin siquiera haber terminado el secundario, que no puede ni oírla, porque todo lo que la piba dice le parece que es una especie de sacrilegio, un desaprovechamiento del medio de comunicación. Y entonces un día se desata una de esas tormentas tropicales, porque están ahí, en medio de la selva misionera, y a la piba se le ocurre decir al aire, justo después de un tema de Los redondos, que es un día genial para tomar mate cocido con tortas fritas, lo dice así sin más, porque le sale así, porque es una piba, y porque la verdad es que talvez no hubiera nada mejor para hacer o decir en ese momento, en ese día tormentoso, ahí, en medio de esa selva. Y entonces se despide de los oyentes, saluda a su compañero de trabajo a través del vidrio, le hace un par de morisquetas, hace como que se tira un pedo, alguna tontería así, y sale de la cabina para irse a su casa. Baja las escaleras de cemento que dan al local de abajo. El local que usan como deposito de champús/ jabones/ cremas y perfumes del negocio de al lado, y donde está la puerta de salida a la calle. Y ahí, en ese local, en medio de una cruza de perfumes baratos y tierra colorada se encuentra con su compañera de trabajo, la locutora rubia profesional de pelo corto indignada, porque acaba de oír lo del mate cocido y las tortas fritas. Hola, le dice la piba, te dejé unas galletas en la cabina por si te gustan, las hizo mi vieja. Pero la locutora indignada ni la saluda- ni le agradece las galletas- ni le comenta que acaba de oírla desde su coche, y que lo de las tortas fritas y el mate cocido es para ella la gota que colmó el vaso- ni nada. Solo la toma del cuello, con sus manos de locutora de uñas largas y pintadas, y se lo aprieta tan fuertemente, que mientras la piba no atina a defenderse porque jamás hubiera imaginado que alguien querría matarla, la mata.
Después cae un rayo en la selva, y el estruendo es tan fuerte que parece que hubiera caído en el pueblo, solo parece. En ese mismo momento el operador técnico de la radio pone un disco de Luca en la consola. Unos segundos después se escucha “soltate con wellapon soltate … soltate el pelo con Wellapon…. soltá el brillo…”. La piba yace en el suelo de ese local penumbroso, su pelo es largo y oscuro.