sábado, 12 de octubre de 2013

Asco de niña en la escuela

Es en la escuela pintada de marrón caqui que hago tercero grado. Estoy sentada por el fondo. El aula es un aula de tamaño normal, somos treinta chicos mas o menos. Adelante, justo al medio, sentado en su pupitre pero girado hacia nosotros como presidiendo la clase está él. Él. Con sus pecas, con su pelo extremadamente corto, con su nombre más largo que el de Belgrano, porque es el de Belgrano más el suyo. ¿A quién se le ocurre usurparle el nombre al creador de la bandera? Yo pienso algo así pero no con la palabra usurpar porque tengo ocho años y no conozco esa palabra. En su pupitre hay de todo, chizitos, papas fritas, sanguchitos, fanta, alfajores de maicena, confites de chocolate. Hay de todo. Es su cumpleaños y nuestras dos maestras lo agasajan. Los demás solo lo miramos comer hasta que nos hacen cantar el feliz cumpleaños porque traen la torta y él va a soplar las velitas y pedir vaya a saber que deseos. Después si, después van a partir la torta y ahí nos darán un trozo a cada uno junto con el vaso de leche que nos reparten a media mañana. Por suerte mamá me pone una bolsita con cacao en el portafolio, detesto la leche sola, me da asco. Mamá sabe que muchas cosas me dan asco. Muchas cosas me dan asco. Y entonces trata de que eso no pase para que coma y engorde. Para que engorde un poco. Soy una nena flaca, pálida y ojerosa. Pero tengo las mejores notas de la clase. Parece que no hay que tener un apetito de León para tener buenas calificaciones. Soy una Lombriz con memoria de Elefante. Me digo eso a mi misma mientras el hijo del coronel, con su nombre largo, su pelo corto, su nariz respingada y su piel de leche sin cacao sopla las velitas y pide los deseos. Pobre, las maestras lo aplauden y nosotros hacemos como que. Yo para mi cumple voy a desear que me aplaudan mis amigos. Eso es lo último que pienso. Es el año 1981. Después como mi trozo de torta. Está buena. Es rica. Pero igual me da un poco de asco.