sábado, 21 de diciembre de 2013
Ahora está, ahora no está (micro-monólogo circense)
(Un viejo mago inglés, con acento inglés, vestido de mago inglés, a usanza de los viejos magos ingleses)
Mago Mike_ (Saca un cigarrillo de su bolsillo, lo coloca en equilibrio vertical sobre uno de sus dedos) Buenas noches, Good evening. Soy Mike. El mago…. Mike!. (Nada sucede) Buenas noo…ches. I´m Mike. El maaaaagooooo….Mike! (nada sucede) Bue..nas…nooch…ohhh es inútil, lo siento, I´m sorry, de verdad lo siento…el cigarrillo tenía que desaparecer en el preciso momento en que yo termino de decir: maago Mike… chis pum!! Desaparecer. Pero parece que no, parece que no desaparece, no desaparece y entonces ustedes con justa razón no aplauden…si es que el orden de las cosas es así…
Bien, señoras y señores, para los que no me conocen, llevo más de cuarenta años realizando este sencillo y sustancial truco de magia en mi presentación. Pero ya no desaparece, aquí está el cigarrillo ¿verdad?...here, the cigarrette!!
Y si, esto me pone triste, como no ponerme triste, ohhh si, my good, bastante pena, si, aunque no tanta como el día en que desaparecieron para siempre dos conejos y una paloma blanca… ohhh my good, very very sad. La magia tiene estas cosas…un día está, otro día no… Pero no hay que perder la fe… (Saca un pañuelo, lo muestra de un lado, lo muestra del otro) Bien, esto es un pañuelo, solo un pañuelo, pero ahora… Cha…chan!! Son dos! (sigue siendo uno) son dos!! Son… Two!!! (sigue siendo uno) twoo! Tres! Cuatro! Cinco! (sigue siendo uno) ….(decepcionado Mike toma su galera y muestra el interior. Luego coloca el pañuelo dentro) Pero si sacudimos esta galera así, bien sacudida así, batimos bien como si fuera un milkshake (la sacude con impetu) de aquí …salen… palomas blancas!!! (no sale nada. Vuelve a sacudirla) palomas blancas y conejos blancos!!! (No sale nada)… ok…ok…ok…esto confirma mis sospechas: Señores lamento decirles…lamento mucho decirles… que: la magia se ha ido!!!! Ohhhh si si si….se ha ido….
Pero no se ha ido de mí, ohhh no no no, uno ve lo que quiere ver!!! Y yo… (Sacude la galera una vez mas, no sale nada) estoy viendo salir palomas!!! Ohhhh si, hermosas palomas blancas!!! White like the sugar. The “White sugar”, obviously. ¿Las ven?! Son realmente increí….¿las están viendo?!! ¿no las ven?!! Ohhhh señores, lo siento mucho, tanto, tanto!... pero no es mi culpa, yo solo soy un simple Mago, formado en la maravillosa escuela municipal de magia de mi pueblo, por cierto; pero un simple mago…y si ustedes han perdido la magia, yo con eso no puedo hacer mucho, no demasiado…I´m sorry…
(De pronto muestra la palma de su mano vacía, cierra el puño y al abrirlo hay un encendedor, vuelve a sacar el cigarrillo de su bolsillo, lo enciende, le da una pitada…)
Señores, es muy tan very triste…pero tal vez no esté todo perdido… Buenas noches, que descansen. Soy Mike. El mago Mike! …(va a dar otra pitada a su cigarrillo, pero antes de ponerlo en su boca, el cigarrillo desaparece. Mira el encendedor, lo enciende y este hace chis pum! Y también desaparece!. Entonces toma su galera, saluda al público con una reverencia, a la usanza de los viejos magos ingleses, da medio giro sobre su eje y comienza a irse… de su galera sale volando una hermosa paloma blanca, la galera cae al suelo. Oscuro.)
(Final)
sábado, 12 de octubre de 2013
Asco de niña en la escuela
Es en la escuela pintada de marrón caqui que hago tercero grado. Estoy sentada por el fondo. El aula es un aula de tamaño normal, somos treinta chicos mas o menos. Adelante, justo al medio, sentado en su pupitre pero girado hacia nosotros como presidiendo la clase está él. Él. Con sus pecas, con su pelo extremadamente corto, con su nombre más largo que el de Belgrano, porque es el de Belgrano más el suyo. ¿A quién se le ocurre usurparle el nombre al creador de la bandera? Yo pienso algo así pero no con la palabra usurpar porque tengo ocho años y no conozco esa palabra.
En su pupitre hay de todo, chizitos, papas fritas, sanguchitos, fanta, alfajores de maicena, confites de chocolate. Hay de todo. Es su cumpleaños y nuestras dos maestras lo agasajan. Los demás solo lo miramos comer hasta que nos hacen cantar el feliz cumpleaños porque traen la torta y él va a soplar las velitas y pedir vaya a saber que deseos. Después si, después van a partir la torta y ahí nos darán un trozo a cada uno junto con el vaso de leche que nos reparten a media mañana. Por suerte mamá me pone una bolsita con cacao en el portafolio, detesto la leche sola, me da asco. Mamá sabe que muchas cosas me dan asco. Muchas cosas me dan asco. Y entonces trata de que eso no pase para que coma y engorde. Para que engorde un poco. Soy una nena flaca, pálida y ojerosa. Pero tengo las mejores notas de la clase. Parece que no hay que tener un apetito de León para tener buenas calificaciones. Soy una Lombriz con memoria de Elefante. Me digo eso a mi misma mientras el hijo del coronel, con su nombre largo, su pelo corto, su nariz respingada y su piel de leche sin cacao sopla las velitas y pide los deseos. Pobre, las maestras lo aplauden y nosotros hacemos como que. Yo para mi cumple voy a desear que me aplaudan mis amigos. Eso es lo último que pienso. Es el año 1981. Después como mi trozo de torta. Está buena. Es rica. Pero igual me da un poco de asco.
martes, 9 de julio de 2013
ALPISTE
Yo comía mucho pollo de chica.
Debe ser por eso.
Cruzábamos con mamá al súper del otro lado. En balsa cruzábamos porque todavía no había puente. Lo del puente fue después.
En el súper comprábamos el pollo. A veces congelado y otras veces resfriado.
A mí me causaba gracia eso de resfriado. Como si fuera que el pollo estuviera resfriado.
Era muy extraño eso para mí. Porque estaba resfriado pero no estaba resfriado.
Resfriado pero por el idioma.
Pollos y naranjas comprábamos. Sobre todo eso.
Una bolsa de red llena de naranjas para jugo.
Pero lo que íbamos a buscar era el pollo. Principalmente.En verdad.
Sobre todo el pollo.
También traíamos gelatinas de uva y manga rosa que eran distintas pero a mí me gustaban.
Nos gustaban.
El pollo mamá lo hacía de muchas maneras diferentes.
Pollo con arroz y tomate, tipo guiso.
Milanesas de pollo.
Pollo al horno con papas.
Pollo a la parilla.
Filetes de pollo a la plancha, o a la sartén.
Empanadas de pollo.
Pollo salteado con cebolla.
Estofado de Pollo.
Ensalada de fideos con trocitos de pollo.
Ensalada de arroz con trocitos de pollo. Trocitos de Pollo.
Pollo. Pollo. Pollo. Pollo. Pollo. Pollo. Pollo. Pollo. Pollo.
Debe ser por eso.
Hoy pensé otra vez en esto mientras cocinaba. Lo del pollo.
Tiene que tener algo que ver pensé.
Pensé: Pollo. Pollo. Pollo. Pollo. Gelatina de uva.
Pollo. Pollo. Naranjas. Pollo. Pollo. Pollo. Chocolates surpresa con tarjetitas de animais da Amazonia. Pollo. Pollo. Pollo. Pollo. Pollo. Frango.
Y también comprábamos Mata tudo. Un veneno potente contra las cucarachas. Efecto residual.
El mata tudo también puede tener algo que ver. Por el efecto.
Patas para arriba quedaban.
Todos los días mamá barría una palita llena.
A mí me daba asco, no quería mirar.
Después mamá preparaba el pollo y comíamos sobre esa mesa amarilla de formica.
Cuando uno crece con cuarenta grados a la sombra. Casi sin invierno. Casi sin otoño.
El cuerpo no sabe lo que es el frío. Y cuando el frío se aparece. No es que se aparezca así como así. Es el cuerpo el que va donde está el frío. Entonces lo siente. Lo Conoce.
Y el cuerpo empieza a temblar. Y no hay forma de que deje de sentirlo.
Por más pulloveres de lana que le pongas. Por mas frazadas que le eches encima.
No hay forma. El frío se le mete adentro y el cuerpo no aguanta.
Eso le pasó al mio. Creí que se me moría.
La gente dice estoy muerta de frío así como así. Pero casi nadie sabe lo que es sentir que el frío te mata el cuerpo de verdad.
Empezás a temblar y ya no podés parar. Cada vez te ponés más cosas encima y no sirve para nada.
Porque el frío está adentro.
Tristeza. Miedo. Rencor. Bronca. Hambre. Amor. Frío.
Todas cosas que están adentro.
Yo creí que el cuerpo se me moría.
No sé como logré calentarme un caldo.
Me temblaban las manos. Me rechinaban los dientes. El corazón me latía rápido.
La vista se me nublaba.
Pero uno quiere vivir. Aunque no sepa para qué uno igual quiere.
Yo no sé como pero logré poner el caldo al fuego. Logré encender la hornalla.
Ahí si. De a poquito. Cuando el caldo llegó al estomago. De a sorbitos. Con los dientes rechinando. El cuerpo empezó a sacar el frío. Del estomago hacia fuera.
Yo creo que todo empieza ahí. En el estómago.
De adentro para afuera es la cosa.
Después me quedé adormecida. O dormida de cansancio.
Desperté empapada. Como de fiebre.
Frío había tenido, no fiebre, frío. Yo sabía que había sido eso.
Tanto frío que no logré que se me fuera nunca del todo.
Y lo del pollo no es solo idea mía.
Yo un día se lo dije a Clara. Y ella me dijo que Claudio le había dicho algo parecido.
En la casa de Claudio también comían pollo todo el tiempo.
En la de Clara no. Pero en la de Claudio, en la mía y en un montón de casas del pueblo era así.
La carne de vaca que llegaba congelada de Buenos Aires era poca y cara.
El frango del otro lado te lo vendían por nada.
Claudio le había dicho algo parecido a Clara. Él también creía que tanto comer pollo…
Igual lo de Claudio es diferente, quiero decir que él nunca se fue, él sigue allá.
Él nunca sintió que el cuerpo se le quedaba helado y la lengua no podía articular palabra.
Él nunca sintió que el frío es para siempre.
¿Vos me entendés?
Ni yo me entiendo
Pero si el mata tudo mataba las cucarachas que pasaban por debajo la puerta.
Las dejaba secas muchos días después de que mamá rociara el suelo.
Entonces quiere decir que es verdad lo del efecto residual.
Hay cosas que persisten.
Y en ese suelo rojo caminábamos nosotros también. Pero no nos mató.
Lo que no mata engorda, decía mi tía.
A mí no me mató ni me engordó. Pero alguna cosa seguro que me hizo.
Algo puede tener que ver el veneno ese.
Residual.
El pollo con arroz era el que más me gustaba. O a la parilla con mandioca.
Si uno se hubiera imaginado. Pero yo era chica, y mamá…
Mamá no tenía idea de esas cosas. Tenía que alimentarnos.
A ella le preocupaba que estuviéramos llenitos y que fuéramos a la escuela.
No a cualquier escuela. A una dónde nos enseñaran.
Por eso íbamos a la del centro, aunque quedaba más lejos.
Era la escuela cabecera. Ahí las maestras te enseñaban de verdad.
A leer. A Escribir. A hacer cuentas. A dibujar.
A recitar no me enseñó nadie.
Eso lo aprendí sola.
Me estudiaba de memoria los poemas y los recitaba en los actos.
Con mi mejor cara de nada los recitaba.
La gente se conmovía.
Parece ser que la cara no es lo que en verdad expresa el sentimiento.
Es la voz. Y el brillo en los ojos.
Eso lo aprendí solita.
El día del frío que casi me mató el cuerpo. Cuando desperté mojada fui al baño.
Quería darme una ducha tibia y me miré en el espejo.
La misma cara de siempre. Cara de nada.
Pero los ojos me brillaban diferente. Ojos que habían conocido el frío.
Ojos de muerte aunque estuviera viva.
Uno es lo que come. Lo que vivió. Lo que ama. Lo que leyó. Lo que dejó atrás. Lo que conoce. Lo que hace. Lo que dice. Lo que sufrió.
Son todas frases como de almanaque. Si.
Pero en los almanaques también pueden estar escritas cosas verdaderas, pienso.
¿Soy tonta si creo eso? seré tonta.
¿Soy cursi? Seré tonta.
Pero yo creo que algo de verdad hay en todo lo que se dice.
¿Sabés que a los pollos les ponen muchos antibióticos?
Para que no se resfríen.
Frango congelado. Frango resfriado.
Y también dicen que les inyectan hormonas para que crezcan rápido.
Yo crecí así. Comiendo pollo todos los días. Crecí de golpe.
Cuando quise acordar ya era grande.
Era joven pero había dejado muchas cosas atrás. Había leído libros.
Había amado. Había dicho muchas cosas. Y el frío se me había metido dentro.
Se me notaba en los ojos.
Sabés que creo…que si me hubiera quedado en el pueblo sería como Claudio.
Claudio cree que tanto comer pollo se puso gordo y se volvió más volado.
Pero Claudio no sabe lo que es volar.
Él es como esos monos da amazonia que saltan de árbol en árbol agarrandose de las ramas y después vuelven al suelo.
Claudio no sabe lo que es ver todo chiquitito desde arriba.
A mí un día sin que me diera cuenta, me crecieron estas alas. De golpe.
Hay cosas que tienen efecto.
Y en casa comíamos mucho pollo.
¿Querés que te recite un poema?
…Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... no volverán…
martes, 26 de febrero de 2013
domingo, 23 de diciembre de 2012
Mosquitos de Navidad
En Navidad se come pan dulce.
Mamá preparaba la masa, elegía los frutos secos,
mezclaba la masa con los frutos, la ponía dentro del molde,
lo cocinaba.
A mi me gustaba comer el pan dulce que hacía mamá
mientras tomaba un vaso de leche con cacao.
Papá y mamá tomaban mate.
Pan dulce se come en Navidad, mate se toma siempre.
Las Navidades de pan dulce hecho por mamá, son las mismas que pasábamos en casa de la abuela.
Las mismas en que nos encontrábamos todos los primos y jugábamos a la escondida en el patio por la noche.
La nochebuena era calurosa, y casi siempre había mosquitos.
A la abuela le gustaba armar un pesebre viviente allí en el patio, por la tarde, lleno de copos de algodón que eran como la nieve.
A mí siempre me tocaba hacer de pastorcita, mi prima Lali era María, Juanchi era José y el más pequeñito el niño Jesús.
Yo miraba el algodón a mí alrededor y me imaginaba que nevaba.
Pero si algún mosquito se posaba sobre uno de los copos, me recordaba que era verano.
Uno puede hacer de cuenta que es invierno, que nieva, que nació Jesús otra vez…
Pero si un mosquito se posa sobre un copo de algodón, algo sucede, y hay que volver a empezar: Mamá amasando y preparando los frutos para el pan dulce/el vaso de leche con cacao/ mesa larga con mantel blanco/todos los primos/vestiditos y perfumados/el patio y la escondida/las garrapiñadas/ el turrón/ el pesebre de la abuela/sin mosquitos/por favor/que sino/ no puedo/no me sale.
Mamá y papá tomando mate con pan dulce/
Pan dulce en Navidad/mate siempre.
viernes, 25 de noviembre de 2011
La leyenda que ningún padre cuenta
Lo que las leyendas no cuentan, porque ningún padre gusta contar, es que un día el niño escapó por la ventana, con tan solo cinco años se trepó a un banco que hacía equilibrio sobre otro banco, que a su vez se tambaleaba sobre otro banco, y así, aunque la ventana estaba en el techo, el niño logró escapar. Caminó sobre el tejado mojado por esa intensa lluvia que inundaba otras partes de la ciudad, y mojado entonces también él, con los ojos muy abiertos de un negro que relucía tanto como el collar que llevaba en sus manos, caminó por el tejado hasta dar con ese gran árbol al que la gente llamaba Abedul. Y a la tierra descendió por los brazos ásperos del árbol. Y cuando ya estuvo en tierra, o en barro para ser más precisos, el niño besó al árbol y le dijo_ Gracias Duduabel, por ayudarme a bajar. No se sabe si fue el viento de esa tormenta escandalosa que hacía gritar a las mujeres de la taberna, pero en ese momento el árbol se inclinó sobre el niño, y las hojas de sus ramas más altas le acariciaron la frente acomodándole el cabello hacia uno de los lados, el izquierdo, porque el niño tenía un remolino de nacimiento que impedía cualquier intento de hacerle un flequillo.
Después el pequeño salió a andar, colocó el collar en uno de sus bolsillos, y allí dejó también su mano, pues quería estar seguro de que no quedaría perdido en el camino.
Sus tan solo cinco años, parecían ahora muchos más. El niño se sintió grande, se sintió seguro aún en la oscuridad, pensó mientras caminaba, que cuando lograra vender ese collar en algún mercado, entonces, podría pagarle a algún marinero para que lo llevara al otro lado del océano, a ese sitio donde los niños no van a la escuela pero saben contar muy bien. Se sintió libre, y así estuvo algunos minutos, caminando, pisando firme en aquel bosque lleno de lodo, hasta que ya no pudo despegar sus pies del suelo, y el lodo se lo fue tragando, y ya no se veía más que su manita intentando salvar el collar, y que al fin desapareció también bajo lluvia.
Cien días y cien tardes buscaron los duques a su hijo sin poder hallarlo, y la tormenta cesó, y ya no hubo mujer en la ciudad que se atreviera a gritar, pues el silencio era tal que cualquier pequeño sonido hubiera sido castigado por los acongojados Reyes que tanto sufrían la desaparición de su sobrino.
Cien días y cien tardes buscó el pueblo entero al niño en el más absoluto silencio.
Hasta que un cazador de los pantanos, cierta noche, descubrió una fuente en medio del bosque, una fuente de piedra que jamás había visto en ese lugar. Una fuente de donde manaba agua y que tenía en el centro la imagen de un niño. Un niño hecho de piedra y envuelto en perlas tan verdaderas como las de aquel collar.
Y lo que tampoco cuentan las leyendas, es que el cazador intentó robar algunas perlas antes de comunicar su hallazgo a la realeza, lo intentó varias veces, y varias veces los Abedules que estaban a su alrededor se inclinaron para golpearlo con sus ramas, aún habiendo cesado ya los vientos.
Decidió entonces el cazador no arriesgar más su vida, ante lo que parecía un extraño hechizo, e ir por fín a contar a todos que había encontrado al niño hecho piedra y perlas.
Los Duques se dirigieron al bosque con la intención de comprobar semejante fabulación, y cuando allí estuvieron, se sintió una brisa leve, el sol extendió sus rayos y los Abedules comenzaron a agitarse con tanta fuerza sobre la fuente, que lograron romper la imagen. Aún siendo muy suave la brisa aquella tarde.
Y de allí dentro, ante los ojos atónitos de sus padres y de gran parte del pueblo, salió el niño muy contento. Y entonces abrazó a su madre a la vez que le devolvía el collar. Y su padre derramó algunas lágrimas al tiempo que lo cogía en brazos. Y el padre quiso saber de boca de su hijo todo lo que había sucedido. Fue entonces cuando el niño comenzó a reír en brazos de su padre y le dijo_ No me lo creerías papá, pero he estado en un lugar donde los niños son muy pobres y tienen la piel morena, pero son tan listos que ni tu lograrías engañarlos con tus leyendas y cuentos para dormir.
Después el pequeño salió a andar, colocó el collar en uno de sus bolsillos, y allí dejó también su mano, pues quería estar seguro de que no quedaría perdido en el camino.
Sus tan solo cinco años, parecían ahora muchos más. El niño se sintió grande, se sintió seguro aún en la oscuridad, pensó mientras caminaba, que cuando lograra vender ese collar en algún mercado, entonces, podría pagarle a algún marinero para que lo llevara al otro lado del océano, a ese sitio donde los niños no van a la escuela pero saben contar muy bien. Se sintió libre, y así estuvo algunos minutos, caminando, pisando firme en aquel bosque lleno de lodo, hasta que ya no pudo despegar sus pies del suelo, y el lodo se lo fue tragando, y ya no se veía más que su manita intentando salvar el collar, y que al fin desapareció también bajo lluvia.
Cien días y cien tardes buscaron los duques a su hijo sin poder hallarlo, y la tormenta cesó, y ya no hubo mujer en la ciudad que se atreviera a gritar, pues el silencio era tal que cualquier pequeño sonido hubiera sido castigado por los acongojados Reyes que tanto sufrían la desaparición de su sobrino.
Cien días y cien tardes buscó el pueblo entero al niño en el más absoluto silencio.
Hasta que un cazador de los pantanos, cierta noche, descubrió una fuente en medio del bosque, una fuente de piedra que jamás había visto en ese lugar. Una fuente de donde manaba agua y que tenía en el centro la imagen de un niño. Un niño hecho de piedra y envuelto en perlas tan verdaderas como las de aquel collar.
Y lo que tampoco cuentan las leyendas, es que el cazador intentó robar algunas perlas antes de comunicar su hallazgo a la realeza, lo intentó varias veces, y varias veces los Abedules que estaban a su alrededor se inclinaron para golpearlo con sus ramas, aún habiendo cesado ya los vientos.
Decidió entonces el cazador no arriesgar más su vida, ante lo que parecía un extraño hechizo, e ir por fín a contar a todos que había encontrado al niño hecho piedra y perlas.
Los Duques se dirigieron al bosque con la intención de comprobar semejante fabulación, y cuando allí estuvieron, se sintió una brisa leve, el sol extendió sus rayos y los Abedules comenzaron a agitarse con tanta fuerza sobre la fuente, que lograron romper la imagen. Aún siendo muy suave la brisa aquella tarde.
Y de allí dentro, ante los ojos atónitos de sus padres y de gran parte del pueblo, salió el niño muy contento. Y entonces abrazó a su madre a la vez que le devolvía el collar. Y su padre derramó algunas lágrimas al tiempo que lo cogía en brazos. Y el padre quiso saber de boca de su hijo todo lo que había sucedido. Fue entonces cuando el niño comenzó a reír en brazos de su padre y le dijo_ No me lo creerías papá, pero he estado en un lugar donde los niños son muy pobres y tienen la piel morena, pero son tan listos que ni tu lograrías engañarlos con tus leyendas y cuentos para dormir.
lunes, 24 de octubre de 2011
Niños que vuelan
La niña atravesó el patio de la escuela, las baldosas enrojecidas por la tierra, con sus zapatitos negros impecablemente lustrados, pensando en esos pasos que era verdad lo que le decía su vecina, eso de que era elegante. Pensó que ninguna otra niña podía tener en aquel sitio los zapatos tan brillantes, las medias tan blancas, el guardapolvo tan planchado. Pensó que de grande quería ser azafata para usar esos trajecitos tan ceñidos al cuerpo, aunque no lo pensó así, porque aún desconocía esa palabra, ceñidos. Que quería ser azafata para usar tacos altos y llevar el cabello recogido sin ningún pelo fuera de lugar, para pintarse los labios y volar, impecablemente volar,a cuanto lugar se pudiera. Para bajar en los aeropuertos y caminar con sus tacos azules por esas baldosas brillantes, esas escaleras hechas para lucirse con un bolsito lleno de letras, y una valija con rueditas. Pensó que si no volvía pronto al aula la maestra la retaría, y pensó también cuanto tiempo sería lo normal que tarda una niña en ir al baño.
El niño la miró atravesar el patio desde la puerta de otra aula, pensó que con el cabello suelto sería aun más bonita, que era increíble que alguien pudiera tener un guardapolvo tan blanco y unos zapatos tan brillantes en aquel sitio. Pensó que aquella niña no caminaba como las demás niñas, que apenas pisaba el suelo y que por momentos parecía que volaba. Pensó que con el cabello suelto y descalza, sería aún más bonita, pensó que algún día por esas calles de tierra colorada, por esos montes de árboles inmensos, por esos ríos correntosos, le gustaría volar con ella. La niña se detuvo en ese instante, y reparó que el niño la miraba. Bajó entonces la mirada y corrió a su aula, justo a tiempo para que la maestra no la retara. El niño la vio alejarse con sus alas. Y suspiró. Por primera vez en su vida, suspiró.
El niño la miró atravesar el patio desde la puerta de otra aula, pensó que con el cabello suelto sería aun más bonita, que era increíble que alguien pudiera tener un guardapolvo tan blanco y unos zapatos tan brillantes en aquel sitio. Pensó que aquella niña no caminaba como las demás niñas, que apenas pisaba el suelo y que por momentos parecía que volaba. Pensó que con el cabello suelto y descalza, sería aún más bonita, pensó que algún día por esas calles de tierra colorada, por esos montes de árboles inmensos, por esos ríos correntosos, le gustaría volar con ella. La niña se detuvo en ese instante, y reparó que el niño la miraba. Bajó entonces la mirada y corrió a su aula, justo a tiempo para que la maestra no la retara. El niño la vio alejarse con sus alas. Y suspiró. Por primera vez en su vida, suspiró.
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