Lo que las leyendas no cuentan, porque ningún padre gusta contar, es que un día el niño escapó por la ventana, con tan solo cinco años se trepó a un banco que hacía equilibrio sobre otro banco, que a su vez se tambaleaba sobre otro banco, y así, aunque la ventana estaba en el techo, el niño logró escapar. Caminó sobre el tejado mojado por esa intensa lluvia que inundaba otras partes de la ciudad, y mojado entonces también él, con los ojos muy abiertos de un negro que relucía tanto como el collar que llevaba en sus manos, caminó por el tejado hasta dar con ese gran árbol al que la gente llamaba Abedul. Y a la tierra descendió por los brazos ásperos del árbol. Y cuando ya estuvo en tierra, o en barro para ser más precisos, el niño besó al árbol y le dijo_ Gracias Duduabel, por ayudarme a bajar. No se sabe si fue el viento de esa tormenta escandalosa que hacía gritar a las mujeres de la taberna, pero en ese momento el árbol se inclinó sobre el niño, y las hojas de sus ramas más altas le acariciaron la frente acomodándole el cabello hacia uno de los lados, el izquierdo, porque el niño tenía un remolino de nacimiento que impedía cualquier intento de hacerle un flequillo.
Después el pequeño salió a andar, colocó el collar en uno de sus bolsillos, y allí dejó también su mano, pues quería estar seguro de que no quedaría perdido en el camino.
Sus tan solo cinco años, parecían ahora muchos más. El niño se sintió grande, se sintió seguro aún en la oscuridad, pensó mientras caminaba, que cuando lograra vender ese collar en algún mercado, entonces, podría pagarle a algún marinero para que lo llevara al otro lado del océano, a ese sitio donde los niños no van a la escuela pero saben contar muy bien. Se sintió libre, y así estuvo algunos minutos, caminando, pisando firme en aquel bosque lleno de lodo, hasta que ya no pudo despegar sus pies del suelo, y el lodo se lo fue tragando, y ya no se veía más que su manita intentando salvar el collar, y que al fin desapareció también bajo lluvia.
Cien días y cien tardes buscaron los duques a su hijo sin poder hallarlo, y la tormenta cesó, y ya no hubo mujer en la ciudad que se atreviera a gritar, pues el silencio era tal que cualquier pequeño sonido hubiera sido castigado por los acongojados Reyes que tanto sufrían la desaparición de su sobrino.
Cien días y cien tardes buscó el pueblo entero al niño en el más absoluto silencio.
Hasta que un cazador de los pantanos, cierta noche, descubrió una fuente en medio del bosque, una fuente de piedra que jamás había visto en ese lugar. Una fuente de donde manaba agua y que tenía en el centro la imagen de un niño. Un niño hecho de piedra y envuelto en perlas tan verdaderas como las de aquel collar.
Y lo que tampoco cuentan las leyendas, es que el cazador intentó robar algunas perlas antes de comunicar su hallazgo a la realeza, lo intentó varias veces, y varias veces los Abedules que estaban a su alrededor se inclinaron para golpearlo con sus ramas, aún habiendo cesado ya los vientos.
Decidió entonces el cazador no arriesgar más su vida, ante lo que parecía un extraño hechizo, e ir por fín a contar a todos que había encontrado al niño hecho piedra y perlas.
Los Duques se dirigieron al bosque con la intención de comprobar semejante fabulación, y cuando allí estuvieron, se sintió una brisa leve, el sol extendió sus rayos y los Abedules comenzaron a agitarse con tanta fuerza sobre la fuente, que lograron romper la imagen. Aún siendo muy suave la brisa aquella tarde.
Y de allí dentro, ante los ojos atónitos de sus padres y de gran parte del pueblo, salió el niño muy contento. Y entonces abrazó a su madre a la vez que le devolvía el collar. Y su padre derramó algunas lágrimas al tiempo que lo cogía en brazos. Y el padre quiso saber de boca de su hijo todo lo que había sucedido. Fue entonces cuando el niño comenzó a reír en brazos de su padre y le dijo_ No me lo creerías papá, pero he estado en un lugar donde los niños son muy pobres y tienen la piel morena, pero son tan listos que ni tu lograrías engañarlos con tus leyendas y cuentos para dormir.
viernes, 25 de noviembre de 2011
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